Los Sultanes se llevaban el cetro a Monterrey de la mano del novato Héctor Espino
En la temporada de 1962, los Sultanes de Monterrey sellaron su lugar en la historia del béisbol mexicano al conquistar el quinto campeonato de su historia, marcando una época dorada para el equipo regiomontano.
Ricardo Velázquez
5/8/20241 min read


Los Sultanes de Monterrey: Un Título Histórico en 1962
Bajo la batuta del mánager Clemente "Sungo" Carrera, Monterrey terminó la temporada con una impresionante marca de 77 victorias y 53 derrotas, superando a los Rojos del Águila de Veracruz por ocho juegos.
La temporada fue especialmente emocionante, ya que se esperaba con gran anticipación el debut del novato Héctor Espino, quien llegaba con un prometedor historial de éxitos en ligas menores. Espino, quien más tarde sería aclamado como el rey de los cañoneros en México, demostró su talento desde el primer día. Su rendimiento en 1962 fue sobresaliente, y fue nombrado "Novato del Año" por unanimidad, tras batear para un destacado promedio de .356 con 23 jonrones y 105 carreras impulsadas.
El equipo de los Sultanes, robusto y bien equilibrado, contó con jugadores de gran calibre como Jaime Corella, quien se destacó como receptor, y Alonso Perry, quien regresó a la Liga Mexicana después de una suspensión de dos años. En la ofensiva, el cubano Juan Delís lideró al equipo con un impresionante promedio de .365. La alineación también contó con Vinicio García, quien bateó .331, y Alfredo "Yaqui" Ríos, con un promedio de .305.
El pitcheo de los Sultanes fue igualmente formidable. Panchillo Ramírez, a pesar de las dudas sobre su velocidad, tuvo una campaña estelar con 18 victorias y 9 derrotas. El zurdo cubano Mike Cuellar, quien se recuperó de una lesión en el brazo, ganó 11 juegos y al año siguiente alcanzó fama internacional al ganar el trofeo Cy Young y una Serie Mundial con los Orioles de Baltimore. Evelio Hernández, otro talentoso lanzador cubano, contribuyó con 11 victorias y estableció un nuevo récord de ponches.
La temporada de 1962 no solo consolidó a los Sultanes como campeones, sino que también marcó el inicio de una era dorada en el béisbol mexicano, cimentando su legado en la historia del deporte.